Esta antigua expresión popular caída en desuso podría actualizarse nuevamente, pero en este caso quien la utilizará sería nada menos que el Gobierno Nacional.
Todos sabemos que existen, a nivel macroeconómico, dos tipos de deudas, la externa -de la que tanto se habla- y la interna de la que poco se conóse.
Encuanto a la prime ra es de conocimiento público ya que ha superado los cien mil millones de pesos (o dólares si lo prefiere).
Lo que posiblemente no se sepa es que la gran parte de lo recaudado por rentas generales en lugar de ser destinado a los servicios esenciales de los cuales debiera ocuparse la Nación como son la educación, la justicia y la salud pública, se deriva al pago de los intereses de esa deuda. Es decir, salvo algunas cuentas muy particulares de empréstitos que el país ha tomado, el capital no se amortiza. Para decirlo más claramente, no estamos pagando una deuda que contrajo y de la cual no son responsables el Poder Ejecutivo y el Congreso Nacional que la avaló.
Se equivoca quien crea que su esfuerzo sirve para menguar los compromisos internacionales en materia de deuda externa, esta permanece impasible, es mas, se incrementa mensualmente.
Para el Estado pueda requerir nuevos prestamos en la banca financiera internacional es necesario acatar las pautas restrictivas que aquella impone.
Nadie desconoce que las visitas de los funcionarios del Fondo Monetario tienen un objetivo claro, aplicaciones de medidas austeras en extremo para salvaguardar sus intereses. Es por esa razón que, entre otras cosas se han eliminado centenares de puestos de trabajo produciendo con ello hecatombe social que millones de argentinos padecen
La globalización pergeñada por los capitales multinacionales nos ha colocado con un destino de tercera categoría, ser fundamentalmente suministradores de materias primas.
Vanas son las iluciones de aquellos que suponen que habremos de alcanzar una instancia superior en base al esfuerzo y la capacitación, No tiene nuestro país poder de desición en ese aspecto. Mientras tanto los carecientes siguen sumándose a una pléyade que se multiplica a pasos agigantados.
Todos sabemos que existen, a nivel macroeconómico, dos tipos de deudas, la externa -de la que tanto se habla- y la interna de la que poco se conóse.
Encuanto a la prime ra es de conocimiento público ya que ha superado los cien mil millones de pesos (o dólares si lo prefiere).
Lo que posiblemente no se sepa es que la gran parte de lo recaudado por rentas generales en lugar de ser destinado a los servicios esenciales de los cuales debiera ocuparse la Nación como son la educación, la justicia y la salud pública, se deriva al pago de los intereses de esa deuda. Es decir, salvo algunas cuentas muy particulares de empréstitos que el país ha tomado, el capital no se amortiza. Para decirlo más claramente, no estamos pagando una deuda que contrajo y de la cual no son responsables el Poder Ejecutivo y el Congreso Nacional que la avaló.
Se equivoca quien crea que su esfuerzo sirve para menguar los compromisos internacionales en materia de deuda externa, esta permanece impasible, es mas, se incrementa mensualmente.
Para el Estado pueda requerir nuevos prestamos en la banca financiera internacional es necesario acatar las pautas restrictivas que aquella impone.
Nadie desconoce que las visitas de los funcionarios del Fondo Monetario tienen un objetivo claro, aplicaciones de medidas austeras en extremo para salvaguardar sus intereses. Es por esa razón que, entre otras cosas se han eliminado centenares de puestos de trabajo produciendo con ello hecatombe social que millones de argentinos padecen
La globalización pergeñada por los capitales multinacionales nos ha colocado con un destino de tercera categoría, ser fundamentalmente suministradores de materias primas.
Vanas son las iluciones de aquellos que suponen que habremos de alcanzar una instancia superior en base al esfuerzo y la capacitación, No tiene nuestro país poder de desición en ese aspecto. Mientras tanto los carecientes siguen sumándose a una pléyade que se multiplica a pasos agigantados.
La Corte Suprema de Justicia, acorralada por el tiempo sin dictar sentencia ante los miles de juicios que entablaron los jubilados al Estado por deudas no satisfechas, dictó una resolución que resultó ser el producto de confusas ecuaciones matemáticas para el Gobierno de la Nación finalmente asumiera su compromiso ante los pasivo. Claro está que no casualmente en dicha disposcisión no estipuló fechas para que esta decisión se ejecutara.
Esto dejó abierta la puerta para que el Poder Ejecutivo decidiera manejar el tiempo y las formas a su antojo determinado, en consecuencia, que las deudas reconocidas se cumplimentaran dentro de dos años y con bonos maltrechos.
¿Alguien puede imaginarse una sentencia similar de la Suprema Corte ante la deuda externa?
En un país como el nuestro, en que las disposiciones judiciales no se efectivisan cuando existen compromisos políticos, y en el que además son comunes los vaivenes económicos, es dable suponer que en el tiempo que media hasta el cumplimiento con los jubilados puedan ocurrir muchos hechos que modifiquen la desición de ejecutar las medidas ordenadas.
No sería extraño entonces que,si las circunstancias económicas externas así lo determinaran,el Poder Ejecutivo,a través de alguna acordada judicial dispusiera no hacer efectiva la sentencia.Y seguramente algún miembro del gobierno saldría al cruce de los reclamos diciendo que por error,omisión,olvido(o la excusa que crea oportuna)no se establecieron partidas en el presupuesto para atender lo necesariamente atendible,es decir,el hambre,el desamparo y la miseria en la que se encuentran millones de jubilados.
También es posible que ese funcionario carezca de la vergüenza imprescindible y se anime a decirle a cada uno de ellos que exija el cumplimiento de lo establecido:
-¡Que Dios se lo pague!
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